En los últimos días
ha salido a la palestra informativa otra medida de recortes del gobierno del
Partido Popular. El Gobierno está negociando con la Conferencia Episcopal ,
sindicatos, organizaciones patronales y gobiernos autonómicos la puesta en
marcha de la supresión de los puentes festivos. En teoría se trata de una
“medida” que forma parte de esa “reforma” integral del mercado de trabajo que
Rajoy ya había anunciado en el mismísimo debate de investidura. Entrecomillo la
palabra “reforma” porque, según parece, la derecha confunde conceptos, y donde
pone “reforma” debería poner “destrucción”, porque, y a las pruebas me remito,
desde que el gobierno Rajoy empezó a “reformar” se ha superado el 25% de
ciudadanos en paro, algo que no había ocurrido nunca en España en toda su
historia.
Pues bien, como
decía, ahora, los españoles no sólo han perdido y van a perder el trabajo, sino
también, los que aún lo conservan, van a perder tiempo libre y de descanso. Por
quitar que no quede. A este paso a los ciudadanos españoles sólo nos va a
faltar que nos quiten “lo bailao”. Eso sí, no a todos, por supuesto; la banca
no sólo no pierde nada, sino que se ve inyectada con cantidades astronómicas de
dinero público, como la tauromaquia, o la Iglesia católica, o la monarquía; y
los defraudadores, las grandes fortunas, y los empresarios presuntamente
mafiosos (Eurovegas) tienen, al contrario, un trato de privilegio.
Parece ignorar el
Gobierno (lo parece, aunque seguro que lo tiene muy en cuenta) que el descanso
y el ocio de los trabajadores no son un lujo, sino un derecho y una necesidad.
Y parece ignorar que es un derecho refrendado por la Carta Magna de los
Derechos Humanos, que en su Artículo 24 expresa que “Toda persona tiene derecho
al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la
duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”. Claro que, obviando
este derecho, los del PP quizás consideren que eso del tiempo libre y el ocio
personal solamente sea un privilegio de algunos sectores, no de los que
trabajan duro, precisamente. Y quizás ignore también que, desmintiendo el
tópico de siempre, los españoles son los europeos que más horas trabajan al año (una media de 1.775 horas),
ocupando el quinto lugar en el ranking mundial.
Curiosamente, en el
listado de técnicas coercitivas de control y manipulación mental (lavado de
cerebro) que utilizan las llamadas sectas destructivas o microfascismos, en su
objetivo de anular la libertad y de controlar y someter la conducta de sus
víctimas, se encuentra una técnica fundamental, la misma a la absurda medida
que el Gobierno quiere adoptar. Se trata de la apropiación del tiempo personal,
alejando de actividades de ocio y de tiempo libre de los adeptos con la
finalidad de evitar la reflexión e intensificar el pensamiento angosto e
irracional al que inducen. Efectivamente, restringir el descanso, el tiempo
libre y de esparcimiento de los ciudadanos está muy relacionado con el control
y la tiranía. El tiempo libre nos facilita el relax, nos renueva y nos
descansa, nos armoniza, nos facilita la reflexión y el disfrute de la vida. Y
todo eso nos hace menos manipulables.
Curiosamente
también, y hablando de sectas, sorprende que en las negociaciones del Gobierno
con otros ámbitos político-sociales relacionados con el mundo laboral se
encuentre la Conferencia Episcopal , es decir, la Iglesia católica. Me pregunto
qué tiene que alegar esta institución en un tema relacionado con el descanso de
los trabajadores, siendo, por cierto, una institución que se caracteriza por
obtener multimillonarios dividendos de lo público no por trabajar,
precisamente; aunque es fácilmente imaginable la postura que defenderán, puesto
que son muy dados a criminalizar en sus adeptos, y en los que no lo son
también, todo lo relacionado con el deleite, el goce, la alegría y el disfrute
de la vida.
Así las cosas, me
temo que ya lo siguiente en esta materia será quizás meternos a remar en
galeras, y no es hipérbole, sino idea simbólica. Sin trabajo, sin futuro, sin
educación pública digna, sin sanidad de calidad, sin ayudas, sin derechos, sin
justicia imparcial y gratuita, sin dinero, sin libertad para protestar ante los
abusos ¿en dónde ha quedado nuestra supuesta democracia?, ¿qué más nos falta
por ver y por soportar para reaccionar? ¿Cuál es nuestro problema?… Y me viene
a la mente el historiador y activista social Howard Zinn, cuando afirmaba que
“nuestro problema es la obediencia civil, es que la gente es obediente de
frente a la pobreza y la hambruna y la estupidez, y la guerra y la crueldad.
Nuestro problema es que la gente es absurdamente obediente mientras las
cárceles están llenas de pequeños ladrones, y ello mientras los grandes
ladrones dirigen el país. Ese es nuestro problema”.
Coral Bravo es
doctora en Filología